
HISTORIA, ÍDOLOS, CIRCUITOS Y TODO SOBRE EL AUTOMOVILISMO COLOMBIANO
ENTREVISTA A GERMÁN MEJÍA

Aquel podio en Mónaco. 2003. AFP
Por: Sebastián Corredor
“Última vuelta, 1:16:3 para Montoya, 1:17:1 para Raikkonen, y atrás viene Michael Schumacher. Dramática, emocionante carrera aquí en Mónaco. Colombia, Montoya primero, y otra vez.. Aliste el pañuelo porque sea lo que sea lloramos otra vez, con ganas y con verraquera de la emoción porque Montoya está poniendo nuestra tricolor muy en alto. Descienden ya por la curva del gran Hotel, tunel para el colombiano Juan Pablo Montoya, le queda únicamente este sector rápido para desembocar a la zona de los yates, Curva a la izquierda para Montoya, frena, suavemente desliza las manos sobre su timón, aferrado a la victoria el colombiano. Viene hacia la curva de la piscina… lo cantamos, lo gritamos en Monza y lo queremos llorar y gritar aquí, en Mónaco. Viene solamente la curva Rascasse y prepare, prepare, prepare por favor porque hay que sacar la bandera, porque hay que emocionarse… (GANÓ MONTOYAAAA) Montoya, Montoya, Colombia, Colombia, Colombia, Juan Pablo Montoya ganador, Colombia, Colombia”
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Esta fue la narración que escuchó un país expectante, ilusionado y exaltado, de parte de Germán Mejía Pinto, igual de emocionado, dando cuenta de la gesta soñada de Juan Pablo Montoya, el día que él y su veloz Williams cruzaron en primer lugar la meta del prestigioso Gran Premio de Mónaco. Aquel primero de junio de 2003, tarde monegasca y mañana colombiana, el himno nacional fue la banda sonora y los Mejía, padre e hijo, los narradores de una película sin guión que encandiló a millones de colombianos.
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Montoya vivía su momento cúspide y, a pesar de cargar con las ilusiones y el orgullo de toda una nación, hacía ver ligero a su monoplaza mientras rodaba a toda velocidad por los circuitos más espectaculares y exigentes del planeta. Él hacía su trabajo detrás del volante, pero al frente del micrófono Mejía, sin necesidad de ir a 300 km/h, exacerbaba el júbilo en el pueblo colombiano, “desde la Guajira hasta el Amazonas y desde el Vichada hasta el Chocó”, cada domingo que Juan Pablo se batía en intensos duelos ante los mejores pilotos del mundo.
Al automóvil(ismo) llegó por el camino de la bicicleta. Se hizo amigo del pedal y desde el vehículo de tracción humana se empezó a interesar por la mecánica. Pasó por una moto que constantemente armaba y desarmaba y así llegó al Volkswagen que acabó siendo la excusa perfecta para encontrarse con su mentor: “Cuando ya tenía mi Volskwagen conocí a un entusiasta del tema, el ‘Chato’ Velázquez, que no es el del arbitraje, y fue él el que me generó ese entusiasmo” explicó Mejía.
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Los frutos de la popular “cacharreada” hay que recogerlos y Germán probó las mieles de la competición cuando, con un Renault 4 a su merced, corrió un Rally por invitación. La agronomía que empezó a estudiar no lo convenció y terminó estudiando - y ejerciendo - la publicidad y el mercadeo. Por caprichos del destino se encontró con el periodismo, pues dándole continuidad a su pasión por el deporte motor se convirtió en uno de los principales promotores y organizadores de las competiciones que año tras año fueron creciendo en el país: “En el kartismo empiezo a meterme como dirigente y a organizar. Empiezo a llamar a los medios a decirles: mire vamos a hacer una carrera este fin de semana, y decían: es que nosotros no sabemos nada de eso, venga y nos hace el comentario de qué fue lo que pasó; y resulto de periodista tratando de difundir el deporte que yo practicaba porque nadie hablaba de eso”
UNA VOZ AUTORIZADA PARA RECORRER LA HISTORIA DEL AUTOMOVILISMO COLOMBIANO
Desde tiempos de antaño la competición deportiva ha estado directamente ligada al automóvil. Según Fedeautos, el primer evento de esta índole celebrado en territorio colombiano data de 1923. Este constaba de un recorrido individual cronometrado, carreras de motocicletas y bicicletas, una maratón a pie, y como si de una velada de boxeo se tratara, el evento estelar fue una carrera cuyo ganador fue premiado por la Joyería Bauer y Cía.

Triump TR2 y Porsche 356 pasando frente a la Iglesia San Diego. ArchivoFedeautos.co
Mejía, cuyo nombre ha estado y estará siempre relacionado con el automovilismo colombiano y su historia, su crecimiento y sus protagonistas, describe el ambiente que rodeaba aquellas primeras competencias organizadas por y para las altas clases sociales: “Recordamos mucho el circuito San Diego en Bogotá, donde ahora queda la calle 26, cerca a la plaza de Toros. Salía la gente muy bien vestida los domingos a ver los automóviles. Ese era el ambiente”
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Los años 50’ trajeron consigo la popularización a nivel nacional de los eventos competitivos y con ella, el inicio de la rivalidad regional entre pilotos de varias zonas del país que acrecentó la emoción entre quienes acudían frecuentemente a las grandes citas: "empezaron a hacerse competencias entre ciudades: la doble a Sogamoso, se hizo el circuito central colombiano, que es como hacer la vuelta a Colombia pero ya no en bicicleta sino en automóvil. Allí aparecen figuras como el ‘Ganso’ Garzón, quien llegó a ser un ídolo por lo que hacía con vehículos transformados para tener más potencia, pura mecánica nacional. Les ponían motores de camión” explicó. De esta forma, los pilotos se transformaron en automovilistas integrales que, intrigados y apasionados por el funcionamiento de las máquinas, contribuyeron al desarrollo del deporte motor.
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Entre cierres e inauguraciones de circuitos sobre los cuales vehículos deportivos modificados rugían a toda velocidad, transcurrieron los años siguientes. En la mayoría de ocasiones en eventos organizados por el vital Club Los Tortugas, que desde su fundación en 1954 es el libro sobre el cual se escribe la historia del automovilismo colombiano.
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La profesionalización no se hizo esperar ante el atractivo y los buenos resultados de los eventos que a nivel nacional emulaban a menor escala las multitudinarias carreras que se realizaban en Europa: “Vienen vehículos importados, se generan categorías uniformes y se crean los campeonatos nacionales de automovilismo. Competencias famosas del circuito fundadores en Armenia, del circuito el volador en Medellín”

Carreras en los 50. Foto de archivo.
Una alianza dorada fue la que hicieron el Club Los Tortugas y un generoso Ricardo Mejía, quien cedió el terreno al norte de Bogotá para la construcción del primer autódromo colombiano, que posteriormente tomaría el nombre de su benefactor. Fue inaugurado el 7 de febrero de 1971 con el fin de albergar un Gran Premio de Fórmula 1, pero tal honor no se pudo concretar: “Tuvo una carrera de Fórmula 2 donde estuvo Graham Hill, papá de Damon Hill, ambos campeones del mundo. Tal vez la carrera más importante que tuvimos en nuestro país con esos vehículos fórmula” Aquel prestigioso evento, repartido en dos fines de semana, contó con la asistencia de 50.000 espectadores.
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Germán Mejía se erigió como uno de los principales promotores de las competiciones que se llevaron a cabo durante aquella época dorada, caracterizada por los grandes espectáculos, los motores potentes y el surgimiento de talentosos pilotos que cruzaron la frontera nacional para representar la bandera tricolor en los grandes escenarios de todo el planeta motor, “en la década del 70 se hicieron las copas monomarca. Yo fui activista en crear la primera copa Renault del año 1977. Estuve como organizador y participante y fue el primer evento de marca grande” “También se hizo la carrera de los 1.000 kilómetros Ricard, poco antes del cierre del autódromo Ricardo Mejía por una controversia deportiva que desembocó en un bajón del automovilismo muy fuerte” recordó Mejía.
TOCANCIPÁ, HOGAR Y SUSTENTO DEL AUTOMOVILISMO COLOMBIANO
A Tocancipá llega el autódromo en 1982, gracias a un miembro del Club Los Tortugas, quien motivado por prolongar el auge de las competencias celebradas en el Ricardo Mejía, devolverle a la fanaticada la emoción de las carreras y proteger a los pilotos ya consolidados y emergentes de una vida a 60km/h en las calles, compró un predio para la construcción de la nueva casa de la velocidad en Colombia. Allí tienen lugar todavía, en este caso un poco más lejos de la capital, la pasión y los sueños de quienes, con cinturón de seguridad y casco, llevan al límite sus vehículos para ser los más rápidos.
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En este emblema del deporte colombiano se celebran las 6 horas de Bogotá, la carrera de resistencia que enmarca los principales valores del piloto colombiano y que reúne también a varios intérpretes del plano internacional. Pero aquel evento es solo la guinda de un pastel que tiene varias capas de distintos sabores, pues allí se disputan todo tipo de competencias, con máquinas de todas las clases y con pilotos de todas las edades. Es habitual encontrarse con piques de 1⁄4 milla, con karts de alto cilindraje en el “campinsito” del autódromo, el Kartódromo Juan Pablo Montoya, e incluso con las motocicletas más potentes que también aprovechan hasta el último centímetro de la pista para marcar vueltas rápidas y obtener victorias.

Competencia en el autódromo de Tocancipá. Felipe Ceballos
El trazado de 2.040 metros fue producto del esfuerzo colectivo de una comunidad que aún hoy en día sigue sorteando inimaginables obstáculos para mantener en pie al deporte motor en Colombia. Como propiedad privada, el Autódromo y sus dueños han podido resistir los momentos difíciles. Sin embargo, los problemas se acentúan cada día más: “Ahora tiene unos problemas muy grandes porque está en una zona industrial que ha aumentado el valor del terreno y eso grava a la empresa con unos impuestos muy altos. Se está convirtiendo en un escenario que no es operativo” Afirmó Germán Mejía, quien concluyó: “Tocancipá podría verlo de otra forma, como un punto de atracción para traer más gente, pero no lo hacen”.
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Su futuro es incierto y el automovilismo colombiano vuelve a pender de un hilo. Otras potencias latinoamericanas cuentan con escenarios de alta calidad que hacen que muchos de sus pilotos prefieran quedarse por encima de figurar en el extranjero. En Colombia, a pesar del talento y los buenos resultados, solo existe un autódromo y el camino se hace mucho más difícil, “Estamos esperando que se concrete la conclusión del escenario de Medellín para que tengamos, al menos, dos pistas, que comparado con lo que tienen los mexicanos, argentinos y brasileños es paupérrimo. Y aún así hemos dado mucho de qué hablar” explicó Mejía.
ROBERTO JOSÉ Y JUAN PABLO, EN EL OLIMPO
Si el Club Los Tortugas es el libro, los circuitos y los vehículos la pluma, pues los pilotos son los escritores de la historia de este deporte a nivel nacional. Roberto José Guerrero y Juan Pablo Montoya han escrito las páginas doradas de un ejemplar que cada día se hace más ancho. A su lado estuvo, de una u otra forma, Germán Mejía, como uno de los grandes testigos del surgimiento de dos leyendas forjadas en este país, cuyos nombres están tallados en el Olimpo del deporte colombiano.

Roberto José Guerrero en las 500 millas de indianápolis. Foto de archivo
Roberto José nació el 16 de noviembre de 1958 en Medellín, con gasolina en lugar de sangre. A sus 23 años se convirtió en el primer piloto colombiano en alcanzar el sueño de cualquier apasionado por el deporte motor: la Fórmula 1. En aquel entonces -y ahora-, dicho honor era cosa de adinerados europeos que habían corrido toda su vida en los circuitos más importantes y prestigiosos del mundo, pero él, aún corriendo en escenarios latinos, ya lo había visualizado, “En el hotel en Quito el me decía: <<Germán cuando estemos en Fórmula 1…>> él tenía 14 - 15 años y yo tenía ya veintipico de años, yo era consciente que yo por edad no estaba para estar en ese ambiente pero él sí, y llegó como nuestro primer representante” Recordó Mejía haciendo alusión a aquel momento, en el que se encontraban disputando unos panamericanos.
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Ensign y Theodore no son equipos recordados en la máxima categoría por la potencia de sus monoplazas y sus grandes resultados, todo lo contrario. Esas fueron las bestias que tuvo que domar Guerrero durante su estancia en la Fórmula 1. Poco pudo hacer, como poco puede hacer hoy el hijo del Káiser, Mick Schumacher, al mando de un Haas que muy pocas veces sale del fondo de la parrilla. Mejía es enfático en que el automovilismo sería pilotismo si solo dependiera de la habilidad del hombre en el ‘cockpit’, pero explica que la herramienta es más trascendental que el herrero y este caso es el ejemplo perfecto.

Roberto José Guerrero. Foto de archivo
Después de 29 participaciones en la F1, la Indycar (en ese entonces CART) le propuso matrimonio a Roberto José y ahí inició su historia de amor, que aunque ingrata por momentos, también marcó la historia del automovilismo colombiano. En ese marco, obtuvo dos segundos puestos en las 500 millas de Indianápolis, un tercero y un cuarto, además de una pole position. Tal registro, en una de las carreras más tradicionales, importantes y relevantes del mundo del automovilismo, era impensado hasta entonces para un piloto colombiano. El paisa se destacó y se ganó los elogios de los más experimentados y sabios del plano estadounidense; y allí hizo carrera, por su talento, sí, pero también por su determinación y disciplina, “RJG es un ejemplo de gran deportista. Es un hombre al que nunca le vi un cigarrillo, que nunca lo vi tomándose un trago y que aún hoy sigue yendo al gimnasio”.
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En 1987 llegó el accidente que lo dejó en coma durante 17 días, pero esa fue una carrera que también ganó, ''Su carrera casi que se vino abajo cuando tuvo un accidente en Indianápolis que lo dejó en coma luego de un impacto de una llanta en su cabeza. Se pensaba que no iba a regresar y regresó” recordó Mejía.

Juan Pablo en el Gran Premio de Mónaco. Foto AFP
Juan Pablo Montoya nació en Bogotá y aprendió antes a pisar el acelerador y el freno que a caminar. Comenzó a correr karts a los 5 años, en gran parte gracias a una de las iniciativas de Germán Mejía: “Fui testigo de sus comienzos, cuando creamos con Pablo Montoya la categoría infantil y allí yo inicié con mi hijo Diego Fernando y él con Juan Pablo. Dijimos: si queremos tener pilotos talla europea pues toca empezar como allá empiezan”. Desde aquel entonces, su carrera ha estado plagada de éxitos. Siendo un niño ganó todo tipo de competencias regionales, nacionales, continentales e internacionales mientras exprimía la potencia de un Kart, que rápidamente se le quedó chico.
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El hijo de Pablo, también piloto, llegó como adolescente a Estados Unidos y después a Europa a demostrar, siendo el más rápido, que lo suyo eran las ligas mayores. Por supuesto también dominó las 6 horas de Bogotá. Con 21 años se ganó un puesto en la Fórmula 3000 y como nunca conoció el significado de la palabra ‘adaptación’, su temporada de debut en la categoría que daba paso a la Fórmula 1, la cerró con un segundo puesto. Llamó la atención del mismísimo Frank Williams, dueño y promotor de una de las escuderías más relevantes de la historia de la máxima categoría, quien no dudó en ficharlo como piloto de pruebas. Montoya respondió a la confianza con cuatro victorias y nueve podios en doce carreras que le valieron el título al año siguiente.

Juan Pablo campeón Indianapolis 2000 Foto AFP
Antes de la Fórmula 1, el agraciado y su carisma particular hicieron escala en territorio americano. Allí, se coronó campeón de la CART con la naturalidad de quien se levanta por la mañana. A ojos del público, Franchitti se lo puso difícil, pero seguramente Juan Pablo no dudó jamás que se alzaría con la corona. No pudo repetir al año siguiente, pues el deporte seguía siendo automovilismo y el motor Toyota dio muchos problemas. Sin embargo, no se quedó con la espina y se la sacó en forma de alegría y júbilo para el pueblo colombiano: ganando las 500 Millas de Indianápolis en su primer intento (!), “Indianápolis tiene toda una historia con Colombia, Roberto José hizo pole, quedó de segundo a décimo y le faltó ganar. Y después todo lo que ha pasado con Juan Pablo Montoya: en ese escenario irrumpió internacionalmente al ganar como novato las 500 millas de Indianápolis en el 2000, allí también lo anunciaron como piloto de Fórmula 1 y curiosamente en 2006 también corrió allí su última carrera de Fórmula 1. Allí también tuvo oportunidad de ganar cuando fue piloto de la NASCAR. Y sigue corriendo, apenas hace unos días acaba de terminar su sexta participación. Y más colombianos como Carlos Muñoz, que fue dos veces segundo en las 500 millas”, explicó Mejía.
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A Frank Williams no le quedó más remedio que levantar el teléfono y darle un puesto al colombiano en la parrilla de la Fórmula 1 como piloto titular. En este punto, la historia empieza a hacerse más conocida, pues de la mano de Germán Mejía, el pueblo colombiano, intrigado y emocionado a partes iguales, comenzó a seguir cada domingo de carrera las gestas del piloto colombiano en la cúspide del automovilismo mundial, “JPM puso a este país a seguirlo y unió a las dos cadenas más importantes de radio y televisión, se llamaba ‘RCN y Caracol, una sola radio para la Fórmula 1’. Transmitíamos por las básicas, por las relojeras, por las juveniles de los dos sistemas” “La gente madrugaba y estaba pendiente de un colombiano que estaba poniendo en alto el nombre de nuestro país en la Fórmula 1, lo más encopetado” recordó Mejía.

Montoya vs Schumacher. Foto archivo F1
Montoya, entre Williams y McLaren, saldó su participación en Fórmula 1 con siete victorias y 30 podios (!) tras disputar 95 Grandes Premios. Se ganó los elogios de la crema y nata de la categoría más prestigiosa y multitudinaria del deporte y también fue capaz de desquiciar a los históricos rivales con los que compartió pista y a los que en ningún momento rindió pleitesía a nivel deportivo. La personalidad de Montoya fue y será siempre arrolladora. Dejó momentos imborrables guardados en la memoria de todos y cada uno de los colombianos que, de forma sagrada, lo acompañaban a pesar de la distancia y el horario. La victoria en Mónaco, sus gestas en Monza, las batallas incansables con Schumacher y las vueltas rápidas de un piloto que jamás le ha temido a la velocidad, son solo algunos de los momentos enmarcados en el salón más exclusivo de la historia del deporte colombiano.
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En 2006 emigró a la NASCAR, pues varias razones económicas y personales provocaron su salida de la F1. Se reunió con Chip Ganassi en busca de hacer historia en una categoría tradicionalmente norteamericana, la presencia internacional a nivel histórico era mínima y eran ellos quienes marcaban la pauta en las carreras ovales que se disputaban en todo el territorio estadounidense. La Fórmula 1 era la cima y por lo tanto, la carrera de Juan Pablo volvió a pasar a un segundo plano, a pesar que seguía haciendo lo que siempre hizo: conquistar terrenos desconocidos enfundado en la bandera tricolor, “Todo el mundo dijo: ¿para dónde se fue Juan Pablo Montoya? para la NASCAR, uy qué loco, qué bruto. Chip Ganassi pensaba que con él iba a ganar pero esto es automovilismo, se necesita el carro” afirmó Mejía, respecto a su etapa en NASCAR.

Juan Pablo Montoya en el Nascar. Foto Archivo Nascar
Pese a los obstáculos con los que se encontró año tras año en la categoría, ligados principalmente al rendimiento de su vehículo, y también a una que otra conducta sancionable, consiguió dejar huella tras su salida en 2013. Fue novato del año en 2007, se convirtió en el primer extranjero en clasificar al Chase en la NASCAR, encadenando actuaciones destacadas en 2009, y obtuvo tres victorias en las 24 Horas de Daytona, en 2007, 2008 y 2013.

Germán Mejía y Montoya. Foto Twitter Germán Mejía
Posteriormente, volvió a la CART y 15 años después de su primera victoria en aquel mítico y representativo circuito para la historia del automovilismo y para el deporte colombiano, se volvió a quedar con las 500 millas de Indianápolis en 2015. Aún hoy en día, continúa compitiendo detrás del volante al máximo nivel, como reseña Germán Mejía, tiene 45 años y lleva 40 al mando de un vehículo motorizado, “Entre el año 1994 y este 2021 no ha parado de ser protagonista, ¿en cuántos países tienen un deportista así? Por eso en Europa lo admiran y los ingleses le hacen venia, nosotros todavía preguntamos <<¿oiga y ese tipo qué se hizo?>>” Ese es el legado es uno de los deportistas más importantes que ha tenido Colombia.
PERIODISTA(S) POR ACCIDENTE
Germán Mejía ha contribuido de distintas formas al crecimiento del automovilismo colombiano. Es, sin duda, uno de los grandes nombres a reseñar cuando se toca el tema, pues impulsó competencias que aumentaron el atractivo y motivaron a la práctica. De ser un apasionado por la mecánica, a competir nacional e internacionalmente; de organizar carreras, promover categorías e incentivar a los más chicos a recorrer el mundo documentando en vivo el sueño de un piloto que vió crecer y que unió a todo un país alrededor de un deporte hasta entonces desconocido.
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Su voz se convirtió en un acompañante habitual para el colombiano que madrugaba y se emocionaba con las gestas de Montoya. Él era el puente perfecto entre el deporte que había que entender y el aficionado expectante. Y también, Germán Mejía y su hijo, Diego Fernando, encarnaron la ‘verraquera’ del colombiano que siempre sale adelante, “Íbamos solo dos a hacer todos los cubrimientos internacionales, no llevábamos ningún técnico, todo lo hacíamos por teléfono. Los medios económicos hacían que nos tocara, por ejemplo, poner la antena para comunicarnos con los pits” recordó Mejía.

Germán Mejía e hijo. Foto F1latam.com
Diego también llegó al mundo de las transmisiones deportivas de manera fortuita, y su recorrido es digno de un recuento similar. Apasionado, como su padre, por las máquinas, la adrenalina y la velocidad, tuvo la oportunidad de compartir desde muy chico con el ídolo, y aún hoy en día sus caminos siguen juntándose. “Lo de Diego fue también accidental. Él empezó en simultáneo con Juan Pablo Montoya en los karts. La diferencia es que Juan Pablo a duras penas terminó el bachillerato pero no estudió nada más, mientras que Diego Fernando siguió estudiando. Él se graduó de los Andes como ingeniero industrial y cuando se graduó me pidió de regalo correr una competencia de la Barber en Estados Unidos y ese fin de semana coincidía con el debut de Juan Pablo en la Indycar con Chip Ganassi. Entonces habíamos comprado los derechos para transmitir con Caracol y yo le dije ayúdeme en la transmisión y no tuvo problema porque conocía el ambiente y conocía el lenguaje técnico y podía entrevistar a la gente de los pits por su inglés. Y más que mi hijo, era un profesional que conocía del tema y no tocaba decirle nada. más bien tocaba ponernos de acuerdo con quién hacía qué. Siempre fue muy buen estudiante y la duda que yo tenía era como funcionaba si yo le ponía el micrófono, (risas) pues con el micrófono casi que no me lo deja” Explicó Germán.
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En cuanto a las razones que da Germán Mejía para explicar el talento particular del piloto colombiano, el actual director de su programa Motores RCN, se remite Ue a la naturaleza de los hijos de este país, “No es solamente el piloto, ni el ciclista, ni el futbolista, somos los colombianos, tenemos algo. Como decimos aquí en Colombia estamos para las que sea” “En la época en la que tuve el recorrido internacional, primero la Indycar y después recorriendo todo el mundo haciendo las transmisiones de la Fórmula 1 me abordaban colombianos que tenían éxito en todos esos lugares”
¿HACIA DÓNDE VAMOS?
El automovilismo colombiano no entró en declive tras la salida de Juan Pablo Montoya de la Fórmula 1, contrario a lo que se podría pensar. Actualmente, varios pilotos, hijos de la ilusión generada por el bogotano, hacen presencia a nivel internacional en varias de las competiciones más importantes del mundo. Gabby Chaves tiene sus vitrinas colmadas de trofeos obtenidos lejos del territorio nacional; Tatiana Calderón, a base de talento y trabajo, se ganó una oportunidad como piloto de pruebas en Fórmula 1 y aunque las posibilidades de alcanzar un asiento titular sean remotas, la bogotana se ha labrado una reputación importante en el plano internacional; después de ganar todas las carreras nacionales, Óscar Tunjo participó en la Fórmula Renault y en la GP3 y recorrió el camino de los monoplazas. Hoy, disputa el GT World Challenge Europe al mando de un Turismo. Como ellos hay varios ejemplos de la presencia colombiana en el automovilismo global. Y Sebastián Montoya, el hijo del mito, ya ha empezado a obtener podios y a llamar la atención en categorías importantes.

Tatiana Calderón. Foto EFE
Seguramente, para el colombiano promedio, los nombres anteriormente mencionados sean totalmente desconocidos, pues de parte de los medios no ha habido interés en registrar sus hazañas, ni tampoco las de los jóvenes y viejos que, tras emocionantes carreras, se destacan en el Autódromo local, “En los noticieros no sale lo que pasa en el Autódromo de Tocancipá porque desafortunadamente el periodismo se volvió facilista, las redacciones quieren que no salgan los periodistas y que todo llegue por agencia. Como mandar una cámara cuesta plata, pues no lo hacen” sentenció Mejía. “El futuro es incierto, ojalá tengamos pronto el autódromo de Medellín porque hay afición, hay afición del automovilismo, del ciclismo, del kartismo. No hay que cerrar puertas y quitarle las oportunidades al piloto colombiano” Continuó.
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El deporte motor está más vivo que nunca, y mientras sigan existiendo personajes como Germán Mejía, apasionados y trabajadores, varios niños seguirán intentando emular las gestas que él mismo narró y aún hoy documenta.